lunes, 23 de octubre de 2017

El sendero de la condenación (relato Mordheim, 6/7)


Escuchad mi canción: ¡ah, como suena mi flauta! Escuchad mi llamada, mortales, y no penséis en lo que os espera en las sombras hacia las que os atrae mi canto de sirena. Venid, hombres, venid, ratas, venid, criaturas de la oscuridad. No oigáis los gritos de aquellos que han marchado por delante de vosotros, no miréis al borde del abismo hacia donde os llevan los pasos de este baile.
Danzad al son de mi flauta, incluso si vuestros pies están en carne viva y sangrando. Sonreíd conmigo, incluso si es la sonrisa de las calaveras y vuestra piel se despelleja. Reíd conmigo, aunque os atragantéis de bilis. Por que todos sois mis marionetas, y os guiaré en una alegre danza.
La alegre danza de la muerte.



VI

Estamos tan cerca, tan cerca...” -susurró Marius para sí mismo. Casi podía sentir la presencia del nigromante, no demasiado lejana, pero oculta a la vista.

¡Contenedlos! -les gritó el Cazador de Brujas a sus hombres.- Encontraré al hereje y lo mataré, y así acabaré con los impíos hechizos que atan a sus criaturas a este reino.”

Mientras se metía en un callejón lateral, Marius volvió la vista. Vio a Hensel trabado con un Zombi,
rechazando sus garras con barridos de su fiable alabarda. Hacia un lado, uno de los Lobos Espectrales, con los ojos brillando con un vigor antinatural, devoraba el cuerpo de uno de los mercenarios, arrancando grandes trozos de carne con sus colmillos como dagas. Lapzig decapitó a uno de los Zombis con su espada, y durante un momento, su cuerpo quedó en pie como si fuese a seguir combatiendo. De su cuello surgió una vaharada de oscuridad y se derrumbó en el suelo, con la magia que le mantenía en la no-muerte disipándose en la niebla. Marius centró de nuevo su atención en Hensel, que estaba en el suelo. Un Zombi le rodeaba el cuello con sus fauces. Hensel todavía combatía débilmente, intentando rechazar a la criatura. Las cosas tomaban mal cariz para los protectores de la humanidad.

Sin pensar en nada más, Marius avanzó esforzando cada sentido para localizar al nigromante, el diablo en forma humana que él conocía como el Mancillado. Sus ojos registraban los edificios en ruinas; sus oídos intentaban detectar algún cántico mientras olfateaba el aire en busca del revelador hedor de la piedra bruja y la tierra de cementerio. Todavía podía oír los gritos de guerra de sus hombres, el entrechocar de las armas a unas cuantas calles de distancia. Los espectrales ecos de la lucha resonaban en los muros derruidos, deformados por la niebla circundante. Mientras trepaba por una pila de piedras, Marius vio cómo el polvo entraba por un agujero bajo las rocas. Apartando unas cuantas piedras, vio un túnel que se hundía bajo sus pies.

Las legendarias catacumbas...” susurró, mientras cogía la lámpara de su mochila y la encendía con
unos cuantos diestros movimientos.

Marius entró cuidadosamente en el agujero y descubrió un túnel bajo reforzado con ladrillos en algunos lugares. Una corriente de agua discurría por el corredor, una evidencia de que el túnel era parte de las alcantarillas de Mordheim. Tapando la lámpara por un momento, Marius miró en cada dirección, intentando decidir qué camino tomar. Creyó ver un débil resplandor a su derecha, y hacia allí se encaminó.

Marius caminó por las alcantarillas durante lo que le pareció una eternidad; pero mientras avanzaba, el resplandor aumentaba hasta que se convirtió en el brillo de unas llamas que se reflejaban en las curvadas paredes del túnel. Atravesando una arcada, el Cazador de Brujas entró en una estancia de alto techo en bóveda donde se cruzaban numerosas alcantarillas. Por toda la caverna había braseros encendidos, y Marius dejó caer su lámpara cuando vio a la figura envuelta en una túnica que le daba la espalda.

¡Mancillado! -rugió Marius- ¡Ha llegado tu condenación!” -La figura se giró, y sus fríos ojos se encontraron con la mirada del Cazador de Brujas mientras éste desenvainaba su sable y cargaba contra el Nigromante. El hechicero se rió y pronunció una palabra de poder, y unos negros rayos de energía surgieron de sus ojos. Marius se echó de un salto hacia un lado y se puso en pie en seguida.

El Nigromante dejó caer al suelo el enorme libro que tenía en las manos, sin duda su maligno grimorio. El Mancillado desenvainó una larga espada de duelo y tomó una postura de esgrima que denotaba una larga práctica.

¿Mi condenación? -dijo con voz rasposa- ¿Qué sabes tú de condenación?”

¡Tu maligno poder no me asusta, demonio!” respondió Marius, efectuando una tirada a fondo que el Nigromante detuvo con facilidad.

¿Poder? Si, hay mucho poder aquí. Eso es lo que me atrajo. Lo que te atrajo. El Caos ha tomado Mordheim para sí, ahora todos somos sus servidores.” El Nigromante se rió, mientras la punta de su florete cortaba el aire justo delante de la cara del Cazador de Brujas.

¡Nunca!” gritó Marius, intentando cortar las piernas del Nigromante, sólo para encontrar la hoja del hechicero bloqueando la suya.

Ya estás atrapado en la red. Has avanzado mucho en el sendero de la oscuridad, ya no puedes dar marcha atrás. Mira todo lo que has hecho y dime que eres mejor que yo ¿Hasta qué profundidades no te has hundido para llevar a cabo tu propósito? Mi magia te puede dar la inmortalidad. Piensa en todas las buenas obras que puedes llegar a realizar si no mueres de viejo.” -El Nigromante dio lentamente una vuelta alrededor de Marius, mientras su espada de duelo dibujaba la figura de un ocho delante de él.

Con un gruñido inarticulado, Marius blandió su sable en un amplio arco, y su pesada arma partió la delgada hoja del florete de su enemigo, cortando su garganta. Con la sangre burbujeando por entre
sus labios, el Nigromante se derrumbó en el suelo.

Marius se agachó y cogió el grimorio. Bufó con desprecio; pensar que estaba corrupto era ridículo. Miró la página por la que estaba abierto el libro. Se titulaba “Sobre Cómo Escapar de las Garras de la Muerte.” Sin darse cuenta de lo que estaba realmente haciendo, Marius empezó a leer. 

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